Tuesday, July 22, 2014

A dos años del incesante asesinato de Harold y Payá

A dos años del incesante asesinato de Harold y Payá
ORLANDO LUIS PARDO LAZO | Pittsburgh | 22 Jul 2014 - 10:21 am.

No hay un solo escritor o artista o periodista 'no-disidente' dentro de
Cuba que se haya atrevido a pronunciar el apellido de Payá.

La indigencia de los intelectuales cubanos los ha hecho cómplices de
incontables crímenes. No hay un solo escritor o artista o periodista
"no-disidente" dentro de Cuba que se haya atrevido a pronunciar el
apellido de Payá. Ni antes ni después de asesinado. Muchos menos
recuerdan mis colegas el nombre de Harold, ese supuesto Don Nadie que al
parecer estuvo en el lugar y el tiempo equivocado, sea lo que sea lo que
pasó aquel verano de ¿2010, 2011, o fue el año pasado la cosa?

Cuando yo estaba dentro de Cuba, me cansé de "presionarlos" en privado
para que tocaran el tema aunque fuese en un párrafo, para que al menos
defendieran la versión del Gobierno cubano o pusieran en crisis la
credibilidad del reclamo familiar. Pero nada. Silencio literalmente de
muerte en las agencias cubanas de prensa y, por supuesto, en la
fosilizada Facultad de Periodismo, que es la peor del continente para no
decir del planeta, graduando agentes exportables del G-2, y siempre con
sus edipismos de la "objetividad" y la "crítica constructiva" y el "dato
verificable", y con esa admiración nostálgica por los
profesores/represores más grandes que ha parido ese género: eminencias
grises del gremio que jamás teclearon un cabrón reportaje libre, legible.

Luego viajó a España la líder del Movimiento Cristiano Liberación (MCL)
e hija de Oswaldo Payá: Rosa María Payá habló claramente desde el
inicio, pero desde el inicio me pedían por señas y en susurros que había
que esperar por el testimonio de Ángel Carromero, si es que sobrevivía.
Que a la pobre familia tal vez la Seguridad del Estado y el españolito
le estaban tendiendo una trampa para desacreditarla, porque a la postre
tal vez Carromero se viraría con ficha y ratificaría que había sido un
árbol y los 60 metros de su frenazo y la grava y la polvareda y los tres
testigos analfabetos y nada más. (Por cierto, nunca se habló de quién
transportó a los extranjeros al hospital: esos seres fantasmas
permanecen no-identificados y en el juicio a puertas cerradas ni
siquiera se les mencionó.)

Luego habló Ángel Carromero, en The Washington Post. Pero como lo hizo
en inglés, en Cuba nadie pareció entenderlo. Además, fue en la época de
la Feria del Libro y cada quien tenía un estante donde exponer su
carrera en ascenso. Luego habló de nuevo Ángel Carromero, en El Mundo. Y
en todas las estaciones de radio y TV que se le acercaron. Pero ya había
pasado demasiado tiempo y había demasiadas contradicciones de colores en
los carros de su denuncia. Mejor no decir nada a esta hora. Seguían
haciendo sus tremendas tesis de doctorado, o traduciendo de las mil y
una lenguas sus mamotretos de teoría, o repitiendo su realismo sucio de
putas y piojos (pero jamás de políticos déspotas), o acumulando sus
novelones de investigación histórica con escandalitos a ras de la UNEAC,
o armando sus proyectos astutamente alternativos y anti-hegemónicos de
cara al congresito yanqui de turno (con pasaportes por fin permitidos),
más un toquecito pro-gay y anti-feto y de oposición leal
(preferiblemente legal), o incluso congraciándose con la farsa de una
sociedad civil allí donde todo lo calcina y calcula un régimen criminal.

Quien llegue al capitalismo cubano, es falso o parte de la ecuación.
Sólo la muerte en Cuba es criterio de la verdad.

Ahora, por supuesto, me dicen que para mí es muy fácil, porque yo ya no
estoy dentro de la caldera. Pero cuando yo encendía desde el corazón del
castrismo la candela a diario, entonces me decían que había que tener
mucho cuidado para no quemar las naves, para conservar los espacios
ganados con tanto esfuerzo, por el bien de todos los cubanos, para que
el mayor número posible de compatriotas llegasen sanos y salvos al
futuro. Lo que ya no podrán hacer Harold Cepero ni Oswaldo Payá. Los
jodieron. Casi que se jodieron ellos mismos, según la lógica de la
insultante intelectualidad insular. Del choteo a Chacumbele. Del
financiamiento extranjero a la fidelidad funeraria con los verdugos de
verde olivo o con corbatas corporativas desde el exilio.

A la vuelta de dos años del atentado doble, Oswaldo Payá y Harold Cepero
han muerto para el mundo entero, pero no para la historiografía cubana.
Payá y Harold siguen vivos en la res publica de nuestra perversa patria.
Y no es una mala metáfora. De hecho, dentro de siglos, cuando los
arqueólogos del castrismo revoloteen como buitres sobre los papeles
póstumos que se conservaron a pesar de la Revolución, dará la impresión
que ellos dos fueron inmortales, pues apenas aparecerá este o aquel
comentario sobre su caso en los mediocres medios y los mezquinos miedos
masivos dentro de la Isla.

Acaso ese sea el homenaje de los hipócritas a sueldo de los asesinos.
Reconocerles a Oswaldo Payá y Harold Cepero una ausente mortalidad.

Source: A dos años del incesante asesinato de Harold y Payá | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1406017297_9611.html

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