Friday, April 4, 2014

Democracia para cuándo

Democracia para cuándo
JORGE OLIVERA CASTILLO | La Habana | 4 Abr 2014 - 9:23 am.

Los términos de la nueva Ley de Inversión Extranjera y la pregunta por
la durabilidad del régimen.

Todavía hay quienes dentro de Cuba sueñan con una revolución popular que
liquide al socialismo de ordeno y mando. No es menos cierto que existe
el fermento social para que esto ocurra: desesperanza, escasez,
inflación, bolsones de anarquía, crecientes niveles de corrupción,
hastío frente al discurso de los jerarcas del Partido y salarios de
miseria. Sin embargo, el terror policial, la impunidad de los tribunales
y el estricto control de los medios de comunicación, echan por tierra
las posibilidades de la articulación de una masa crítica que protagonice
una protesta nacional.

La insularidad, los deprimidos índices poblacionales, el constante flujo
de exiliados, el fracaso de los grupos opositores en aumentar
notablemente sus nóminas, así como la baja importancia geopolítica del
país en el tablero mundial , son realidades que es preciso no olvidar en
aras de comprender el porqué de la longevidad de la dictadura.

A tono con esta realidad no estaría mal preguntarse: ¿Llegará a cumplir
las seis décadas el 1 de enero del 2019?

Todos esos factores conspiran contra la solución del problema. Es
posible que haya que esperar por la desaparición biológica de los
históricos para que caigan los muros de la ortodoxia. No creo que su
ausencia indique una automática transición a la democracia, pero sí
crearía un clima más favorable a reivindicaciones muy difíciles de
alcanzar en las actuales circunstancias.

Los términos de la nueva Ley de Inversión Extranjera refuerzan el
escepticismo en torno a las probabilidades de que determinen cambios
trascendentales en el ámbito socio-laboral y político.

Todo ha sido previamente ajustado para ganar tiempo. La clase política
que aprueba y supervisa el ritmo de la apertura, tiene muy claros sus
objetivos. Su fin es permanecer en el poder y reforzarles los márgenes
de legitimidad a sus herederos. En las plantillas de las empresas
extranjeras que decidan invertir, tendrán prioridad los trabajadores que
cumplan los requisitos exigidos por la entidad empleadora estatal.
Ningún disidente o persona considerada desafecta al sistema, podrá
aspirar a un empleo.

Es vano forjarse ilusiones de un tránsito a la democracia a corto y
mediano plazo. Puede ser que baje el rigor del régimen en cuanto a la
represión, obviamente como coartada de supervivencia, pero nunca como
parte de un programa que vaya allanando el camino hacia un nuevo modelo
asentado sobre los pilares de la economía de mercado, el pluralismo
político y el libre ejercicio de las libertades fundamentales.

En la agenda de la elite verde olivo no hay causalidades. Han tomado
todas las precauciones para conservar los yugos de la esclavitud. Para
los críticos más beligerantes sobran las cárceles y los actos de
repudio. Ni que decir del reclutamiento de chivatos por medio del
chantaje, labor extremadamente fácil para la policía.

Cuba es un país donde nadie vive de su trabajo. Más del 90% de los
trabajadores participan del mercado negro para suplir sus necesidades
básicas. De ahí la abundancia de soplones que abortan reuniones
opositoras y desarticulan planes de desobediencia civil a cambio de la
temporal absolución de sus delitos.

Con esta atmósfera de miedo y doble moral no hay cambio que valga. La
gente prefiere escapar a otros países, emplearse a fondo en los
tejemanejes de la economía subterránea, amortiguar su irritación con
buches de ron y sexo, y de vez en cuando despachar imprecaciones contra
el Gobierno en compañía de amigos y familiares confiables.

Descorazonador, patético, pero es lo que hay.

Source: Democracia para cuándo | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1396561444_7971.html

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