Friday, November 23, 2012

Noviembre, con vientos de represión y solidaridad

Noviembre, con vientos de represión y solidaridad
Viernes, Noviembre 23, 2012 | Por David Canela Piña

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Ojalá que mis palabras no
queden sepultadas en el desierto de la utopía, pero siento que ya
estamos en el principio del fin del antiguo régimen, el cual es presente
todavía. La sociedad civil –representada por su sector democrático– es
cada vez menos brumosa y distante, y un reclamo de justicia puede
convocarla espontáneamente, y levantarla en grupos de solidaridad. Así
lo han demostrado estos días, a partir de la última ola de arrestos, que
todavía no quiere devolver a esta orilla a Antonio Rodiles.

Me enteré por teléfono de su detención, cuando un amigo me llamó el
miércoles 7 para contarme. Fui a casa de Antonio a la mañana siguiente.
Dos amigos conversaban en la sala. Ya se tenía una pista de su
ubicación, gracias a que alguien se había condolido de su madre. Sus
padres estaban a punto de salir en su búsqueda. Los acompañé, en un
carro de alquiler, a la estación de Aguilera, del municipio Diez de
Octubre, en donde supuestamente debía estar recluido. No estaba allí,
pero entonces vi por primera vez algo muy singular. A diferencia de
todos los lugares administrados por el Estado (centros de trabajo,
escuelas, hospitales, y hasta las decadentes bodegas de barrio), no
había aquí un afiche enorme de Fidel o Raúl, con una frase incluida, ni
los retratos del Ché, Camilo, o "los Cinco". En su defecto, había un
afiche con la cara de Einstein, y una reflexión suya acerca de la
crisis, y la posibilidad de crecimiento, a nivel humano y civilizatorio,
que implica superarla. Fue un descubrimiento curioso, y excepcional.
Debo decir de paso, que jamás he encontrado, en ninguna de las
cafeterías privadas que abrieron con la nueva ley del cuentapropismo, un
retrato de Fidel o de Raúl. Esa ausencia de homenaje, que contrasta con
su omnipresencia en todos los dominios del Estado, es para mí harto
elocuente.

Fuimos luego a la estación de Acosta, y allí nos confirmaron que estaba
preso. No me dejaron permanecer dentro de la unidad. Salí a la acera de
enfrente, donde ya estaban apostados los grupos de paramilitares,
vestidos de civil, que poco después protagonizarían las golpizas y los
arrestos a varios núcleos de personas. Ese fue el día más álgido, pero
el viernes fue el más preocupante. Casi todos los teléfonos estaban
incomunicados, y no sabíamos nada de la situación y el paradero de
nuestros amigos. Durante el fin de semana, fuimos conociendo poco a poco
quiénes habían sido liberados, y algunos de sus testimonios.

Antonio Rodiles es el único que sigue preso. Estuvo tres días sin comer,
hasta el sábado. Y ese día, por un intento de huelga de hambre de su
padre frente a la estación, le permitieron a Manuel Rodiles Planas ver a
su hijo. Gladys Fernández, la madre de Antonio, pudo verlo el lunes 12.
Hasta el momento, le han sido imputados, sucesivamente, cargos de
resistencia, desacato y atentado. La singularidad de su detención puede
responder a muchas explicaciones. La primera, es intentar "descabezar"
el proyecto cívico Estado de SATS, y también al colectivo que participa
en la Demanda ciudadana Por Otra Cuba. La segunda, es un ajuste de
cuentas por haberse atrevido a golpear a miembros de la Seguridad del
Estado, cuando éstos salieron a reprimir durante el funeral de Oswaldo
Payá, y a los policías de la estación de Infanta y Manglar, cuando ese
día intentaron llevarlo hacia un calabozo. Probablemente, quieran
castigar su osadía –que debió ser corregida con una multa–, detener su
trabajo político, y tomarlo como un escarmiento para la oposición, lo
cual, según mi criterio, tendrá un efecto contrario. En el mejor de los
escenarios posibles, esperarán a que se le desparezcan las marcas de los
golpes –que fueron dados, según testigos, con pleno ensañamiento–, para
después liberarlo. Pero en un país donde no existe el diálogo público, y
se aplasta cualquier brote de autonomía (ideológica, social, y
económica), no puede haber un principio genuino de autoridad moral.

Muy mal debe estar un país cuando un policía, que apenas llega al noveno
grado de escolaridad, se arroga el derecho de ofender, humillar,
maltratar, golpear y amenazar de muerte a un escritor, un periodista, un
abogado, sólo porque ya le han puesto el monograma o el estigma de
"contrarrevolucionario", y su uniforme le brinda impunidad total. Muy
mal debe estar un país cuando la policía invoca la ley a capricho, sin
ningún tipo de compromiso con la verdad, y sin ética, la usa como una
forma de presión psicológica. Muy mal debe estar un país cuando una
reunión pacífica de menos de treinta personas se considera un peligro
para la seguridad nacional, y tratan de abortarla movilizando a más de
cien policías y paramilitares. Muy mal debe estar un país cuando la
policía y el ejército se comportan como una guardia pretoriana, y una
milicia privada al servicio de una camarilla de gobernantes. Muy mal
debe estar un país cuando una camarilla de gobernantes, cuyo promedio de
instrucción está lejos del grado universitario, gobierna de forma
vitalicia, y se rota por los cargos de dirección, y por los ministerios,
como si fueran los bancos de un parque, o las sillas de una fiesta en
cuyo centro hay una mesa de banquete. Quizás, la historiografía del
futuro llame a este período, irónicamente, como la época del "despotismo
bruto".

Sin embargo, hay esperanzas todavía. Esos actores de la sociedad civil,
que suelen identificarse como disidencia, u oposición política –y que
para mí son los tesoreros de la consciencia nacional, y los cultivadores
de las semillas de la democracia en Cuba– están alentados por un
espíritu de cooperación. Para mí, cada ola represiva es una oportunidad
para acercarme más a mis colegas, y correligionarios, y ser testigo de
su temple. Cuando el río del gobierno se desborda en represión, nuestros
amigos se convierten en nuestros hermanos, y los apenas conocidos se
hacen nuestros amigos. Entre todos nos confortarnos, nos servimos, nos
protegemos, y hasta nos reímos. Cada detención es como si nos arrancaran
un pedacito del alma, que quisiéramos pronto recuperar. Cada arresto es
una invitación para admirar a nuestros amigos, y es un abono amargo que
hace crecer en nosotros la compasión, la solidaridad, y que nos reta al
ejercicio de la democracia –pues la democracia, además de ser un sistema
de leyes, basado en el principio de la dignidad del individuo, y cuya
finalidad es el equilibrio y la armonía social, es también una cultura
de la fluidez política, y de articulación dialógica de la voluntad
colectiva; es el arte de la asamblea y el ágora, de nivelar los
intereses y los destinos, sin apegos al poder, y sin vanidad; es el arte
de negociar, buscando el consenso, pero sin forzarlo.

Quiero terminar con una anécdota que me contó el periodista Julio
Aleaga, y que le ocurrió cuando fue a demandar una respuesta sobre la
situación legal de Antonio Rodiles en la estación de policía de Acosta,
el jueves 8 de noviembre. Para orgullo de mi amigo, estaba acompañado de
cinco héroes –como él mismo los llama– del "Grupo de los 75", y de
Guillermo Fariñas. Cuando estaba a punto de ser detenido, un hombre le
gritó que le entregara inmediatamente su celular, a lo que él respondió
que estaba bien, que se lo iba a dar, que se calmara, porque estaban
negociando. El hombre le contestó insultado que él no tenía nada que
negociar con ellos. Y mi amigo le respondió, sereno: "pues aprende
rápido, que esto se está acabando".

http://www.cubanet.org/articulos/noviembre-con-vientos-de-represion-y-solidaridad/

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