Tuesday, November 13, 2012

Después del totalitarismo

Publicado el lunes, 11.12.12

Después del totalitarismo
Pedro Corzo

Hace unos días Alfredo Elías, uno de esos hombres que honra el
gentilicio de cualquier país, comentaba que una de las penosas herencias
del totalitarismo insular podría ser una heterogénea fuerza política de
carácter populista, capaz de albergar en su seno diversas
personalidades, opiniones y estrategias, con el único objetivo de
controlar el poder para satisfacer sus intereses y hacer ingobernable el
país cuando no tuvieran el control.

La hipótesis es válida. Argentina ha padecido en los últimos 60 años una
corriente política que aglutina personas de diferentes ideas, valores e
intereses, pero que se identifican, a pesar de promover en numerosas
ocasiones doctrinas y proyectos contrapuestos, con los postulados que
personificó Juan Domingo Perón.

Perón fue un caudillo populista que tuvo la habilidad de comunicarse con
las clases populares y hacerles creer, no solo una vez, sino en tres
ocasiones, que solo él era capaz de resolver los problemas de la nación.

El Peronismo o Justicialismo trascendió a su fundador. Sus seguidores
heredaron un movimiento con fuerte base popular y con un prontuario de
promesas y oportunidades tan amplias que ha permitido a un amplio sector
de más de tres generaciones de argentinos llamarse peronistas, cuando en
realidad algunas de las corrientes que integran el movimiento son tan
contrarias que es de suponer que la convivencia partidaria sea muy difícil.

Esta afirmación tiene fácil comprobación cuando apreciamos que el
presidente Carlos Saúl Menem se dice peronista y otro tanto afirmaba
Néstor Kirchner y continúa alegando su viuda, la presidenta Cristina
Fernández.

Peronista también fueron grupos terroristas y facciones insurgentes
dadas a la violencia extrema, como los Montoneros y las FAP, Fuerzas
Armadas Peronistas.

De igual manera se identificaban movimientos sociales que recurren a la
desestabilización cuando los intereses de su clase dirigente son
afectados en alguna medida por las disposiciones del gobierno, sea este
de la corriente peronista o no.

Es posible que muchos de los principales promotores del peronismo
ignoren en qué consisten o consistieron las propuestas del militar y
político, y solo usan al caudillo populista como un icono en el cual
amparan sus ambiciones de poder y no pocos de enriquecimiento ilícito,
porque son conscientes que la memoria colectiva de la nación argentina
valora la herencia del justicialismo de manera positiva, lo que no se
ajusta con la verdad histórica, cuando se estudian con detenimiento los
logros de los gobiernos Juan Domingo Perón.

Lo que acontece en la Argentina, según Alfredo Elías, puede ocurrir en
Cuba, llámese castrismo o fidelismo. En la isla se pueden reeditar los
patrones del justicialismo, con el agregado de que podría ser un
proyecto de carácter internacional, si se tiene en cuenta la visión
imperialista que Fidel y Raúl Castro proyectaron mientras les fue posible.

El legado castrista podría ser capaz de aglutinar a personas de
diferentes intereses, ideas y valores, pero identificadas en un discurso
y quehacer político sustentado en la promesa de crear una sociedad
justa, aunque en la práctica, como ha ocurrido hasta el presente, se
violen todos los derechos ciudadanos, sin procurar la justicia y equidad
publica ofrecida.

El castro fidelismo tiene más posibilidades para sobrevivir que el
justicialismo peronista. El poder totalitario confiere muchas más
capacidades de penetración social y manipulación política que cualquier
otra forma de gobierno.

Durante décadas el estado benefactor ha controlado la educación y la
información, lo que le ha permitido adoctrinar a la sociedad a la vez
que entre muchos ciudadanos se ha creado un espíritu de dependencia que
hace factible que cuando desaparezca el actual liderazgo castrista un
sector de la población, como ha ocurrido en Argentina, tienda a
mitificar la supuesta justicia social que la Revolución implicó pasando
por alto las múltiples violaciones de los derechos ciudadanos y el
fracaso económico del proyecto.

El castro fidelismo puede ser el modelo al que recurran los nostálgicos
de la época en la que Cuba retaba el sentido común y hundía a la nación,
interviniendo en todos los países de América Latina, Asia y África,
puede reunir un número importante de teóricos que especulando sobre los
errores y abusos de la Revolución y de Fidel Castro, propongan una nueva
utopía y por supuesto los resentidos sociales, los que fracasaron en
todos sus empeños, los envidiosos de oficio, los frustrados en sus
proyectos personales que buscan en la política su redención y descargan
todo el odio que han acumulado, en fin los corruptos, los que usan la
política para trepar y depredar.

Periodista de Radio Martí.

http://www.elnuevoherald.com/2012/11/12/1342663/pedro-corzo-despues-del-totalitarismo.html

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