Wednesday, February 15, 2012

No de nuestra parte

Opinión

No de nuestra parte
Andrés Reynaldo
Miami 15-02-2012 - 3:47 pm.

¿Obedece el cisma cultural cubano a intolerancias de la Isla y del
exilio? Así lo afirmó en la UNEAC un panel de escritores.

Hace unos días, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC),
debatió en un panel con título de bolero, Tan cerca y tan lejos, la
posibilidad de publicar en la Isla a creadores del exilio. Aunque
escandalosamente tardío y bastante vago en sus términos, el gesto
pudiera alentar en algunos la certeza de que Cuba vive un proceso de
aceleradas reformas. Bajo la audaz conducción del general Raúl Castro,
dirían esperanzados, la nación avanza triunfalmente de la era de Fidel a
la era de Jruschov.

La iniciativa del panel la llevaron los escritores Senel Paz, Reynaldo
González y Leonardo Padura, con una intrépida participación desde las
gradas de Ambrosio Fornet, entre otros, quien advirtió que la lengua
determina el 94 % de la identidad de una obra. (¿El 6 % restante será de
sodio?)

La UNEAC es un organismo oficial controlado por la Seguridad del Estado.
Lo mismo reúne firmas para saludar una ronda de fusilamientos que
organiza eventos para conmemorar el aniversario de Palabras a los
intelectuales, la energúmena comparecencia con que Fidel fusiló las
libertades de expresión en 1961: "Dentro de la Revolución todo, contra
la Revolución nada". La Revolución, por supuesto, es él. Pistola sobre
la mesa. No se trata de un quinquenio gris, sino de medio siglo de
oscuridad. A la entrada de la UNEAC debía rezar el comentario del
inmortal Virgilio Piñera en aquella infame cita: "Yo tengo mucho miedo".

Nada más loable que abogar por el reencuentro de las dos orillas de la
cultura cubana, dividida por la omnímoda voluntad del dictador. Solo que
la tarea sobrepasa el marco de la UNEAC. Pertenece, por lógica, al
Estado de Derecho. Extirpada la dictadura y restituidas las libertades,
desaparece el problema. Por arte de magia. Cada cual escribe, pinta o
canta lo que le viene en gana. Cada quien entra y sale de su patria sin
necesitar la aprobación de las autoridades. Si los miembros de la UNEAC
no pueden o no quieren expresarlo así, sus razones y/o sus miedos
tendrán. Pero que no vengan con el repugnante eufemismo de que el cisma
ha sido provocado por la intolerancia de parte y parte.

Esta tendencia a equiparar a los defensores a ultranza de las libertades
con los defensores a ultranza de la dictadura es uno de los capítulos
más execrables de la inteligencia oficial. De esta suerte, según ellos,
irían de la mano de la culpa el ilustre buenazo de José Lezama Lima con
el semianalfabeto canalla de Armando Hart, Reinaldo Arenas con Carlitos
Martí, Yoani Sánchez con Lázaro Barredo y, en un caso de morboso y
cuántico desdoblamiento espacio-temporal, el Miguel Barnet que fue
vetado, humillado y aterrorizado, con el Miguel Barnet que hoy preside
la UNEAC y sirve de papagayo en las delirantes presentaciones de Fidel.

González, Padura y Paz ejemplifican un género de intelectual cubano que
paga su cuota de silencio y ambigüedad con tal de permanecer en el
establishment sin llegar a disfrutar, dicho sea en su descargo, de un
excesivo favor oficial. De visita en el extranjero, si alguien se
interesa por saber de qué lado andan, se retuercen en evasivas
convulsiones porque ellos, juran una y otra vez, no son políticos. A
esta pícara neutralidad panglossiana, que no se atreven a observar en la
Isla (en realidad tienen exhaustivas opiniones políticas sobre todo lo
que sea castristamente correcto), agregan la desfachatez de acusar de
fundamentalistas atascados en el discurso de la Calle Ocho a quienes
levantan su voz desde el exilio, tal como la dictadura acusa de
mercenarios a quienes la levantan en Cuba.

En un descocado paralelismo, Reynaldo González observa que él no pudiera
publicar en Miami una opinión contraria al sentir de los exiliados.
Basta una visita a cualquier librería en esta ciudad para encontrar en
inglés y español desde la autohagiografía de Fidel transcrita por
Ignacio Ramonet hasta la última novela de Padura que, a la UNEAC lo que
es de la UNEAC, sí es un hombre de talento.

Los escritores seducidos por esta cruzada reconciliatoria, promete
González, tendrían abiertas las páginas de su revista La Siempreviva (¡y
vaya con los títulos!). Eso sí, debían guardar unas normas de respeto
hacia "el sistema". O sea, que Antonio José Ponte y Raúl Rivero pudieran
volver a publicar en Cuba a condición de que se convirtieran, digamos,
en Marilyn Bobes.

Es muy probable que la franca intención de este esfuerzo sea abrir
caminos, romper barreras, arrancarle a la dictadura desde adentro un
margen de legitimidad para la creación de la diáspora. Pero estas
batallas hay que darlas sin doblez, de cara al toro. De lo contrario, a
estas alturas, no pasan de ser unos macabros juegos florales, una
performance de onanista transgresión adolescente. A las cosas por sus
nombres. Cuba padece la más larga y recalcitrante dictadura en la
historia de las Américas, en alianza con una anacrónica y esperpéntica
internacional de demagogos, ladrones y terroristas. En ese tren que ruge
hacia el abismo no hay asiento para la auténtica creación libre.

De cualquier modo, quizá ya la cultura cubana esté irremediable y
felizmente dividida. Creo que debe quedar una muy clara memoria de esa
trágica fractura. Recordar que hubo escritores y artistas que
resistieron el adocenamiento, la mentira, la cobarde trivialidad y la
militante complicidad. Algunos, como Piñera y Lezama, callaron con
aleccionadora decencia. Otros, como Rivero, sufrieron el escarnio y la
prisión. Esos son los héroes del espíritu que honraron su estética con
su ética, mientras los otros se hacían las uñas en una desamueblada
torre de marfil tambaleándose sobre un charco de estiércol. Lo demás son
paneles.

http://www.diariodecuba.com/cultura/9603-no-de-nuestra-parte

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