Thursday, February 16, 2012

La medicina cubana y una doctora ofendida

La medicina cubana y una doctora ofendida
febrero 13, 2012 at 18:27 · Clasificados en Sin Evasión

A raíz de la publicación del post "La vitrina rota" en este blog, en el
que señalaba varias críticas al sistema de salud cubano y a la pérdida
de ética profesional por parte de no pocos galenos, un lector tuvo la
gentileza de hacerme llegar la carta de una doctora, de apellidos Alemán
Matías, que circuló en la web, no a propósito de mi post, sino en
respuesta a una nota que fuera publicada algún tiempo atrás en la
sección Cartas a la Dirección, un espacio ya habitual cada viernes en el
periódico Granma. No obstante, como de alguna manera el tema se
relaciona y tengo criterios opuestos a los que esgrime la mencionada
doctora, hoy propongo a mis lectores un comentario sobre dicha carta,
que transcribo de manera íntegra a continuación, y cuya redacción,
ortografía y estilo he respetado sin alterarlos en lo más mínimo. No
cito la web de origen porque estoy transcribiendo directamente desde el
mensaje de mi lector. Insisto a los lectores, para evitar malos
entendidos, que tengan presente que la Dra. Alemán hace referencia a una
carta publicada en el Granma y no a mi post del pasado lunes 6 de febrero:

¡¿Y la paciencia de los médicos?!

El viernes 4 de noviembre de 2011 se publicó otra carta de las muchas
que ya se han hecho costumbre publicar, criticando constantemente al
personal médico que todavía tiene la dignidad de trabajar en el Sistema
Nacional de Salud. La carta en este caso se titula "Paciencia de los
pacientes", no habla de las miles de dificultades a las que se enfrentan
diariamente los trabajadores de la salud, sino que critica
superficialmente y como se ha hecho tradición, de una manera no
constructiva. En otras palabras, el médico no tiene derecho a hablar, en
medio de todas sus dificultades tiene que permanecer estoico, y no poder
comentarle a su compañero de al lado del desayuno que no pudo ingerir
esa mañana porque si no se le iba la guagua y no llegaría temprano a
atender a ese paciente que después se siente con todo el derecho de
criticarlo, y así un sinnúmero de ejemplos de los que podríamos hablar
los médicos y que no cabrían en todas las hojas de un periódico. Ese
médico si tiene que tener toda la paciencia de sentarse a esperar una
guagua, de llegar a la escuela de su hijo y que le digan que no tiene
maestra o que no tiene almuerzo, de llegar a comprar el detergente del
mes en CUC, moneda en la cual no cobra su salario, y esperar a que la o
el dependiente termine de chismear con el de al lado para que se digne a
despacharle lo único que iba a comprar.

Paciencia de que vengan a recoger los latones de basura, desbordándose
frente a su casa y en cada esquina, los trabajadores de comunales, que
de seguro si tienen derecho y tiempo de tener conversaciones amenas para
que se les olvide tener limpia de vertederos la ciudad.

Hablo como médico, porque si se lo que es que llegue las diez de la
mañana en un salón de operación sin haber podido ni desayunar y tener
que decirle a tu compañero de al lado ¡que hambre tengo! Y saber que no
existe la merienda y que el almuerzo va a llegar a las 2:00 pm y a esa
hora es que se va a poder almorzar aunque sea un bocado de lo que le dan
a los médicos y demás trabajadores de este sector. Sin embargo ese
galeno sigue ahí en pie, brindándole las mejor de las atenciones a ese
paciente que se está operando y que después tiene "todo el derecho de
criticar a todos los médicos" que aunque conversando, le brindaron una
atención medica de calidad, la cual seguimos teniendo todos los médicos
cubanos, y de la que debería sentirse orgulloso todo el pueblo de Cuba,
que sin embargo nos sigue juzgando sin tener ni la más mínima noción de
las condiciones infrahumanas en que trabajamos y que tanto aportamos a
la sociedad.
Y termino con la misma pregunta ¿Debemos acostumbrarnos a esto?

Dra. A. Alemán Matías
Especialista de 1er grado de Anestesiología y Reanimación.

Hasta aquí la misiva-catarsis de la doctora. Ahora bien, desde mi
perspectiva personal salta a la vista que el mal es más profundo que lo
que muchos creíamos. Para empezar, diríase que la Dra. Alemán entiende
que los médicos son alguna especie de casta particular que debe
colocarse por encima del resto de la humanidad. Es decir, la inmensa
mayoría de los cubanos de cualquier profesión, ocupación y oficio pasan
por idénticas privaciones materiales y problemas, tienen que esperar el
ómnibus por largas horas, con frecuencia no tienen qué desayunar, cobran
en moneda nacional y necesitan productos que se venden solo en divisas
y, para más remate, se enferman. Ahí estriba nuestra mayor desventaja.

Creo que cada paciente está en su justo derecho de exigir el mejor trato
y la mejor atención de los médicos, con independencia de que éstos hayan
ingerido o no alimentos, sobre todo porque los pacientes no son
responsables de las privaciones materiales y los problemas personales de
los galenos. La salud es el más preciado de los tesoros, lo que explica
la preocupación y angustia de los pacientes cuando se ven obligados a
acudir a consultas de las que salen muchas veces sin un diagnóstico, en
hospitales donde con frecuencia no existe el equipamiento necesario para
realizar exámenes complementarios o no hay reactivos para los análisis
de laboratorio. Hemos vivido las experiencias de acudir a laboratorios
donde, además, "no tienen" agujas endovenosas, las que aparecen
rápidamente en cuanto abrimos la billetera. Es una realidad irrefutable
que se constata con una regularidad que se ya ha hecho tradición. Ni qué
decir de la escasez de medicamentos.

Si el estado del paciente exige hospitalización, entonces la
preocupación de éste y sus familiares aumenta exponencialmente. Debe
ingresar casi siempre utilizando sus propios recursos, su ropa de cama y
sus efectos personales en cada detalle, generalmente debe llevar sus
medicamentos de casa y los familiares deberán garantizarle la
alimentación para evitar consumir los despojos gastronómicos que son las
comidas de hospitales. Las condiciones de las salas de ingresos y los
baños sanitarios son otro capítulo de horror: escasez de agua,
tupiciones, cucarachas, suciedad, son una constante en la mayoría de los
hospitales. Y me refiero solo a los hospitales de la capital, con dos o
tres honrosas y raras excepciones. Insto a la Dra. Alemán a que
desmienta algo de lo que aquí planteo.

Otra de las características del sistema de salud cubano es la impunidad
absoluta de los médicos con respecto a los pacientes. Los cubanos no
tenemos la menor posibilidad de impugnar un diagnóstico o demandar a
médicos y hospitales por malos manejos o por errores fatales. Los
ejemplos abundan demasiado para silenciarlos. Hace unos dos años una
prima mía falleció en el Hospital Naval, en el Este de La Habana. Tenía
sin saberlo un embarazo ectópico y ante el fuerte dolor abdominal que se
le presentó súbitamente fue llevada de urgencia al quirófano. De allí,
poco después, salió muerta. Tenía 40 años, era una mujer saludable y
bella, madre de dos hijos y en cuestión de pocas horas había fallecido.
Si fue a consecuencia de los efectos de la anestesia, si ésta estaba
vencida o si se presentó alguna otra complicación, nunca se supo. Ella,
Ana Margarita Celaya, fue cremada, una familia quedó desolada, pero sus
médicos de aquella desventurada intervención quirúrgica siguen
ejerciendo sin más. A lo mejor lo que ocurrió ese día, a juzgar por lo
que dice la Dra. Alemán, es que no habían desayunado, vaya usted a saber.

Mi padre fue diagnosticado de un tumor cerebral por metástasis solo
cinco días antes de morir, aunque estuvimos más de seis meses
frecuentando consultas y especialistas de diversas ramas de la medicina.
El tomógrafo no pudo detectar su mal y solo la resonancia magnética, que
logramos "resolver" mi hermano mayor y yo a través de unas amistades,
descubrió demasiado tarde la inminencia de su muerte. Hasta ese momento
estuvimos deambulando por hospitales, tratando de desentrañar qué raro
mal hacía que mi padre perdiese el equilibrio, estuviese tan confundido,
olvidara hasta mi número de teléfono, se tornara más y más melancólico,
tuviera trastornos del sueño y perdiera el control de sus piernas y
hasta del habla. Los médicos decían que era "estrés", que tenía
"ansiedad" y le recetaban un psicofármaco tras otro durante meses.
Quizás saber a tiempo qué estaba padeciendo realmente no hubiese
cambiado el desenlace, pero al menos hubiese tenido una mayor calidad de
vida en sus últimos meses. Nunca perdonaré al sistema de salud –al
sistema político, fuente de tantos males– la terrible agonía de mi padre.

A mí, personalmente, el 28 de enero pasado me diagnosticaron en el
hospital Calixto García una infección renal que nunca tuve. No me
hicieron análisis de ningún tipo y me indicaron antibióticos vía oral.
Yo, que tenía vómitos, casi me deshidrato. Por supuesto, la culpa fue
mía por acudir a una consulta sin "padrinos", conociendo como conozco lo
que es el sistema.

La Dra. Alemán debería convencer a Yoani Sánchez de la ética de la
doctora que atendió a esta última tras aquella golpiza que le propinaran
en un auto cerrado varios esbirros de la policía política. Yo vi las
huellas de los golpes y asistí a la dolorosa convalecencia de mi amiga.
La doctora, que en un principio reconoció las marcas de golpes y
contusiones en el cuerpo de Yoani, se retractó poco después ante la
presión de los agentes de los cuerpos represivos. Todo un monumento a la
ética médica cubana, diría yo.

Si fuese a reseñar aquí todas las anécdotas personales y de mis amigos y
conocidos en sus respectivas experiencias como pacientes cubanos de a
pie, no me alcanzarían el blog ni la vida entera. Por eso no puedo
aceptar que una doctora se sienta particularmente ofendida por las
críticas que recibe la salud pública cubana y algunos médicos. Es muy
audaz de su parte hablar en nombre de todos los galenos cuando expresa
que a los pacientes se les brinda "una atención medica de calidad, la
cual seguimos teniendo todos los médicos cubanos". No es cierto. Me
consta que todavía quedan médicos con un excelente trato hacia sus
pacientes y con un celo profesional que es cada vez más deficitario en
el medio, pero distan mucho de ser "todos". Recientemente supe de un
médico de Centro Habana que ni siquiera toma la presión a las
embarazadas en consulta "porque tiene que atender a muchas" y a fin de
cuentas hasta le retiraron el estímulo mensual de 25 CUC que cobraba por
haber cumplido una "misión" internacionalista. Si eso es ética prefiero
reventar enferma en mi propia cama antes de acudir a un doctorcito
semejante.

Por demás, sugiero a la Dra. Alemán que enfoque su indignación
correctamente. Lo más indicado sería que exigiera a sus superiores por
las malas condiciones de trabajo, por el bajo salario y por lo pésimo de
su alimentación durante la jornada laboral. Que proteste y que se
indigne hacia arriba, no hacia abajo. Los pacientes no tienen por qué
resolverle sus problemas ni mucho menos sufrir las consecuencias. En
todo caso, todos los médicos que alguna vez decidieron estudiar tan
humana carrera e hicieron su juramento hipocrático, conocen cuáles son
las condiciones cubanas. A ninguno parece disgustarle mucho ir a
sacrificarse en Haití o en la más recóndita aldea de cualquier oscuro
país, en medio de la podredumbre y las enfermedades y a riesgo de perder
la propia salud, a fin de adquirir equipos electrodomésticos, otras
pacotillas y un poco más de dinero. No estoy muy convencida de que lo
hagan a golpe de puro altruismo, con perdón. Cuando un médico es
movilizado para algún remoto destino fuera de Cuba no dice: "No, no debo
abandonar a los pacientes de mi consultorio". En cambio, si lo envían a
un perdido pueblecito de Las Tunas o de la Sierra Maestra, pone el grito
en el cielo. Y es que en Cuba los valores espirituales se han
deteriorado casi irreparablemente frente a las miserias materiales de la
vida.

No, los cubanos no tenemos en realidad muchos motivos para sentir el
orgullo que nos pide la doctora. Muchísimo menos, agradeciemiento. En
lugar de eso nos sentimos indefensos, vejados y muchas veces humillados.
Nos sentimos impotentes porque no tenemos otro remedio que ir a
solicitar servicios médicos de dudosa calidad. Asistir a un consultorio
al azar en Cuba se ha convertido actualmente en una especie de ruleta
rusa: solo si tienes suerte te salvas. Yo no juego.

http://www.desdecuba.com/sin_evasion/?p=1954

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