Monday, February 20, 2012

La llegada

La llegada
Lunes, 20 de Febrero de 2012 05:38
Rogelio Fabio Hurtado

Miami, (PD) Influido por los agoreros nuestros de cada tarde, temí
encontrarme con unos Estados Unidos diferentes. Los controles del
Aeropuerto Internacional de Miami son ahora más sencillos. A los
viajeros procedentes de Cuba ya no se nos propina un tratamiento
especial. autopista

No demoré más de una media hora en salir al Salón donde los familiares
lo reciben a uno. Para sorpresa, esta vez nadie me esperaba. No es poco
desamparo arribar sin un centavo en el bolsillo y verse solo. Encontré
alivio a mi desamparo.

Me dirigí a una empleada, quien accedió amablemente a llamar por su
celular a mi hijo, cuyo número había traído afortunadamente conmigo. A
esta hora el tráfico aquí es muy pesado; intentó consolarme la señora
cuando su llamada fue respondida por el contestador. Ella le dejó el
mensaje y busqué acomodo en una butaca del salón, con mi abrigo y mi
ligero equipaje.

No tardó mi hijo Fabio en aparecer. Tras el abrazo y los besos, nos
tomamos una colada del buen café del mini servicio del Restaurante La
Carreta instalado allí y partimos en su wagon Chevy por las autopistas
no tan repletas hacia el entrañable Hialeah. El desencuentro había sido
consecuencia de un equívoco en los email donde daba noticia de mi
llegada. Así, el recibimiento fue en la casa de los suegros de mi hijo,
la querida familia cubana de siempre. Nada que ver con las furiosas
tonterías que publica semanalmente el Diario Juventud Rebelde.

Mis nietas, Rebecca Anna, de 8; Grace Mary, de 6 y el varón, Joseph
Albert, de 10, robustos y saludables, da gusto verlos. José Alberto
estudia guitarra y juega pelota, futbol americano, baloncesto y ajedrez.
Con igual intensidad. Todos por supuesto manipulan el Ipod con destreza.
La verdad es que actualmente somos los abuelos quienes debemos aprender
de los nietos.

A la mañana siguiente salimos en el wagon Chevy a entregar algunas
cartas y a hacer las compras de emergencia: un par de zapatos, pues los
que traía puestos exigían a gritos irse a la basura. El precio del
calzado ha subido visiblemente. Compramos un par de Reebok por alrededor
de 75 dólares. Durante el recorrido, reconocí a un Hialeah algo más
refinado, menos cubanazo, que aunque barato sigue tentándonos en
Okechoobe Road y la 12 del West de Hialeah.

Pude saludar a lo lejos a mi conocido Metro Rail de otras visitas, que
se desplazaba acerado y airoso por su elevado. No será el tren bala de
Tokyo, pero es nuestro tren.

Ya en la noche fuimos al encuentro del pintor y escritor Alejandro
Lorenzo, en el Centro cultural Cuba 8, frente por frente al cine Tower y
al restaurante El Exquisito, sitios ambos de entrañable querencia. Por
cierto, están intactos, en todo caso, más bonitos.
Culminamos esta primera noche en el emblemático Versailles, donde nos
esperaba el querido pariente Jorge Posada Galigarcía, en cuya casa de
Coral Gables me ofrecerían la noche siguiente una bienvenida, que sería
a la vez fiesta de cumpleaños para nuestro hijo Fabio. Seguiremos
informando.

rhur46@yahoo.com

http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/sociedad/3421-la-llegada.html

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