Monday, November 21, 2011

Un caso atípico

Un caso atípico
Lunes, Noviembre 21, 2011 | Por Frank Correa

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Miguelito Melón, vendedor
callejero de confituras, natural de Guantánamo y experto en artes
marciales, tal vez sea el único cubano que ha puesto fuera de combate
a varios policías, incluida una escuadra de la unidad de La Lisa, sin
que después lo hayan molido a palos.

Hace un año venía de madrugada de una discoteca, con su novia Maritza,
por la oscura y solitaria avenida 190, en Siboney. Al pasar frente a
un albergue de la unidad policíaca de La Lisa, Maritza caminaba delante,
descalza, con los zapatos en la mano y bromeaban representando una
escena de celos donde era sacudida por el novio, imaginariamente
abofeteada, luego cargada para ser proyectada contra el piso y terminaba
fundida en un abrazo con Miguelito.

En el momento que pasaban por la garita del albergue, el policía de
guardia pensó que era un hombre golpeando a una mujer y salió en su
auxilio. Aunque Maritza le gritó que era un juego y que Miguelito era su
marido, el agente arremetió contra Melón, que esquivó una andanada de
golpes y tuvo finalmente que reducirlo a la obediencia, proyectando
al militar contra la acera.

Inmediatamente salió otro guardia, tonfa en mano, lanzando una lluvia
de bastonazos y Miguelito lo derribó con una técnica de barrida.
Desde el piso y sumamente adolorido el policía sonó el silbato y
aparecieron cuatro agentes más, a medio vestir, que llegaron corriendo
a la escena y cada uno recibió un golpe fulminante, una proyección
contra el pavimento o un taconazo en la cabeza con los tacones de
Maritza.

En un abrir y cerrar de ojos seis policías estaban en el piso, y otros
dos que llegaban a la escena no recibieron igual destino, gracias a un
primo de Miguelito, que era el segundo jefe de la unidad y en la
oscuridad reconoció a su pariente.

Meses después, Miguelito acabó con la fama de un capitán que estuvo
durante un tiempo castigando como jefe de sector a Jaimanitas, y al
que apodaban La sombra, porque aparecía silenciosamente en sitios del
mercado negro y decomisaba productos, imponía multas o se llevaba presos
a los infractores.

La sombra llegó una tarde acompañado de una pareja de policías a casa
de Melón, para apresarlo por estar ilegal en La Habana, y además, por
vender confituras. Miguelito estaba sentado en el contén de la esquina
y el capitán gritó:

–¡Mírenlo ahí! ¡Cójanlo!

Los soldados se abalanzaron sobre Melón, que se puso de pie como un
felino, agarró por el bajo de los pantalones a ambos y con una técnica
impecable de desequilibrio los estrelló contra el piso. Luego avanzó
hacia La sombra y lo noqueó con un recto de izquierda al mentón. Después
se sentó tranquilamente en el contén a esperar a que el trío se
despertara. Cuando el capitán volvió en sí llamó a un patrullero y se
llevaron esposado a Miguelito.

Estuvo preso tres días. Lo soltaron cuando su tío Marquito Lagardere,
Justina y sus tres hijas, Pompy y toda la familia de Mañanima, la mamá y
la abuela de Miguelito, seis primos y algunos vecinos, acudieron a la
estación y protestaron en defensa del detenido, que fue liberado y
multado con trescientos pesos por alteración del orden público y
deportado a Guantánamo, de donde regresó a la semana, cuando al capitán
La sombra lo trasladaron a otro municipio.

http://www.cubanet.org/articulos/un-caso-atipico/

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