Thursday, November 10, 2011

El costo de la represión

Opinión

El costo de la represión
Fabio Rafael Fiallo
Suiza 09-11-2011 - 9:16 pm.

Cuba está pagando muy caro el no poder contar con movimientos de
protesta como los que se ven en países donde impera la libertad.

Al igual que Marx en su época, y posteriormente sus seguidores durante
la Gran Depresión de los años 30 y la estanflación de los 70, surgen hoy
quienes afirman que hemos entrado, una vez más, en la crisis final del
capitalismo. Para sostener sus vaticinios, traen a colación dos
fenómenos de actualidad: la crisis financiera mundial y su secuela de
desempleo; y el movimiento de protesta en reacción a dicha crisis, el
cual ha tomado en Europa el nombre de "Indignados" y en Estados Unidos
el de "Ocupad Wall Street".

Las pitonisas que hoy predicen la muerte del capitalismo pasan por alto
que ésta no es la primera vez que el sistema atraviesa una crisis de
semejante magnitud, que la de los años 30 fue peor, y que cada vez que
el capitalismo se ha visto confrontado a este tipo de coyuntura, no solo
ha logrado superar la crisis, sino incluso salir reforzado.

La economía no es la única esfera en la que las sociedades democráticas
han demostrado su robustez y capacidad de renovación.

A guisa de ejemplo, tomemos el caso del problema racial en Estados
Unidos. Remontémonos a los años 60, con los motines urbanos de Los
Ángeles, el asesinato de Martin Luther King, el surgimiento de
movimientos extremistas encarnados por Malcolm X y Stokely Carmichael.
Muchos eran quienes veían en esos fenómenos el preludio del colapso de
Estados Unidos. En realidad, ese movimiento de protesta, en vez de dar
al traste con el poderío y la democracia norteamericana, forzó a esta
última a cuestionarse y reformarse.

¿Qué ha ocurrido desde entonces? Pues bien, la comunidad afroamericana,
al igual que la hispana, no cesan de consolidar su participación en la
economía y la política estadounidense, de modo que, por ejemplo, cada
día son más los congresistas norteamericanos pertenecientes a dichas
comunidades.

Los exsecretarios de Estado Colin Powell y Condolezza Rice, así como el
presidente Barack Obama, afroamericanos los tres, fueron escogidos no
por un politburó senil y reunido a puertas cerradas, sino abiertamente
en las urnas por una mayoría de americanos.

A esto debemos añadir la guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate
como ejemplos de crisis que llevaron a la democracia norteamericana a
cuestionarse y modernizar su estrategia y tecnología militar en un caso,
y a fortalecerse institucionalmente en el otro.

La razón de todos esos logros es muy clara: las sociedades democráticas
son capaces de rebasar y sacar beneficio de las crisis, sean éstas
económicas o de otra índole, gracias al hecho de permitir el debate
público, las manifestaciones de descontento y el derecho a disentir.

El debate público y la contestación son los poros a través de los cuales
una sociedad puede evacuar sus fallas y remozarse. Y cuando los poros se
cierran a causa de un régimen represivo, la sociedad se anquilosa y
termina por explotar.

Estas experiencias deberían ser asimiladas por Cuba en la encrucijada en
que se encuentra hoy.

Hasta ahora, Cuba ha podido sobrevivir gracias a la ayuda recibida,
primero por la Unión Soviética y luego por Venezuela. Una terminó con la
caída del bloque socialista, la otra se tambalea debido al deterioro de
la salud del camarada Chávez. Eso explica los nuevos Lineamientos y las
medidas tomadas por Raúl Castro con la finalidad de dinamizar la
enclenque economía cubana.

El problema es que con reformas inconsecuentes, como las que Raúl Castro
ha presentado, en las que incluso el número de mesas en paladares está
sujeto a restricciones, no queda más remedio que constatar que el
régimen castrista no ha aprendido nada, pero absolutamente nada, de cómo
hacer funcionar eficazmente la economía de un país.

Solo un movimiento de la sociedad civil, con un debate público que no
rehúya de contradicciones, sería capaz de plantear opciones económicas y
políticas adecuadas a la situación. Pero, ¿cómo podría surgir y operar
un movimiento de esa naturaleza cuando las Damas de Blanco, cuyo número
no puede representar una amenaza para el régimen, se ven atacadas, cada
vez que salen a la calle, por actos de repudio que de espontáneos no
tienen nada?

Cuba y su economía están pagando caro, muy caro, el no poder contar con
movimientos de protesta como los que se ven cotidianamente en países
donde impera la libertad.

Y sin embargo, a pesar de los encarcelamientos, las manifestaciones de
repudio y el arsenal del aparato represivo, el día en que un movimiento
de Indignados surja y contribuya a sentar las bases de una verdadera
modernización de la economía cubana acabará por llegar.

http://www.ddcuba.com/opinion/8003-el-costo-de-la-represion

No comments:

Post a Comment